Comenzamos con un recordatorio necesario: hace un año se celebraron elecciones parlamentarias en Francia. El «Nuevo Frente Popular»1 obtuvo la mayoría de los escaños en la segunda vuelta, aunque la «Alianza Nacional» de Le Pen quedó en primer lugar en votos, con 3 millones más2 .
De hecho, el «Nuevo Frente Popular» había sufrido una pérdida de 2 millones de votos entre la primera y la segunda vuelta, ya que favoreció al partido del presidente francés, E. Macron, en muchas regiones, retirando a sus propios candidatos. Así, el partido de Macron se salvó finalmente del desastre que presagiaban los resultados de las elecciones europeas3.
Esta situación sería difícil de entender si nos basáramos únicamente en los reportajes de la prensa «de centroizquierda» de nuestro país, que hablaba de «victoria de la democracia», «triunfo de la izquierda», «freno a la extrema derecha», mientras afirmaban que «Francia da una lección» y otras cosas por el estilo. La propia formación del «Nuevo Frente Popular» se presentaba, ya antes de las elecciones, como un modelo para las fuerzas de la socialdemocracia nacional con el argumento de que «si en Francia han sido capaces de dejar a un lado sus diferencias y unirse ante el peligro de la extrema derecha, también pueden hacerlo en Grecia para derrocar al Gobierno de Mitsotakis». Como era de esperar, la participación del Partido Comunista Francés (PCF) se utilizó como pretexto para atacar al KKE, con el conocido argumento del «aislacionismo».
Menos conocido, ya que contrasta con muchos de estos «discursos», es que hoy Macron gobierna con la tolerancia del grupo parlamentario de Le Pen, lo que demuestra, en primer lugar, lo poco fiable que es el «frente» de fuerzas liberales y socialdemócratas frente a la extrema derecha, en segundo lugar, lo falso que es el supuesto carácter «antisistema» de las propias fuerzas de la extrema derecha y, en tercer lugar, que el papel del partido de Le Pen tras las elecciones legislativas se ha reforzado, en cualquier caso, a pesar de los vítores que hemos mencionado.
Conclusión: Los partidos que formaron el «Nuevo Frente Popular» con el pretexto de impedir la victoria de Le Pen acabaron por darle a Macron el «beso de la vida» que buscaba y la posibilidad de seguir gobernando, aplicando la misma política antiobrera y belicista que, con toda justicia, había provocado un gran descontento popular. Y, además, gobernar con el apoyo efectivo de Le Pen, después de que esta se aprovechara electoralmente, con mucha demagogia, del espacio abierto que le dejaron estos partidos en la oposición. Es realmente sorprendente que alguien pueda «envidiar» una postura política que podría calificarse de suicida, si no fuera una rendición consciente al sistema y su estabilidad.
